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viernes, 21 de enero de 2011

La empanada está servida

Hay ocasiones en que tengo que recurrir a altas instancias.
El miedo que siento no se lo puedo contar a cualquiera.
¿Donde buscar refugio?, ¿donde manifestar mi angustia sin temor a ser mal interpretada?.
 Desde hace siglos, la humanidad se ha postrado ante sus dioses, hemos soltado nuestra carga ante ellos y nos hemos confortado con la idea de que nos escuchan.
Esta mañana he sentido la necesidad de refugiarme en el misterio de la trascendencia y he ido a la capilla del Niño Jesús del Remedio.
He dado los mismos pasos que daba mi abuela cuando venia a Madrid y que siempre iba a rezarle.
Miles, quizás millones de madrileños también han hecho esa peregrinación,  yo me he sumado a ese rio de personas que buscan consuelo y me he ido a la pequeña capilla.
Racionalmente es una incongruencia por mi parte. Para mi Jesús no es un objeto de adoración sino una referencia y además cuando era niño pienso que seria como cualquier niño que no sabe lo que va a ser de mayor, o sea.
A pesar de todo fui a pedirle audiencia para mis perplejidades ¿por qué el dolor de Cari? ¿por qué pasan las cosas que pasan? en fin ¿por qué este desproposito del consumo por el consumo?
De vuelta a casa entré en una tienda a ver jerseis.

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